miércoles, 31 de diciembre de 2008

XIV . EL CINEMA. - RUSIA INAUGURA UNA NUEVA ERA -EN LA PANTALLA

Transcripción : Pedro Pariona M.


RUSIA EN 1931
Reflexiones al pie del Kremlin

César Vallejo Mendoza




XIV . EL CINEMA. - RUSIA INAUGURA UNA NUEVA ERA -EN LA PANTALLA

Vladimiro Malakovsky me ha llevado a la genérale de La línea general, de Eisentein . Después de una explicación contradictoria, es decir, debatida, de Sneiderov, operador de la película, la iniciación de ésta sobre la pantalla es recibida por el público —de críticos, artistas y escritores— con una interminable ovación. ¿Ovación clasista al carácter propagandista de la película? ¿Ovación admirativa a Einsenstein? En muy pequeña medida, ovación al gran artista, y casi por entero ovación a la propaganda . Es entendido que el plano dominante en Rusia lo constituye hoy el político económico revolucionario. No significa esto —como lo imaginan los celosos profesores y estetas burguesas— que el Soviet crea superiores la economía y la política e inferior el arte. La ordenación marxista de los fenómenos sociales en infraestructuras y superestructuras —economía, política, derecho, moral, religión, filosofía, arte—, no supone ninguna jerarquía entre ellos. Cuando Marx afirma que la base de la sociedad humana es la economía, no pretende que ésta sea superior a la política, al derecho o al arte. Lo que hace únicamente es constatar un hecho, una realidad. Es como cuando se constata que a la base del cuerpo se hallan los pies; con esto no se pretende afirmar que los pies son superiores o inferiores a la cabeza, al tronco o a los brazos.¿Es que no goza el plano económico político en otros países de la misma prestancia social que en Rusia? Sí. La economía y la política, en todos los países, tienen prestancia idéntica que en Rusia y la han tenido en toda la historia. La diferencia consiste en que en Rusia las actividades económicas y políticas son dominio de todos y al servicio de todos, mientras que en los países capitalistas o feudales la economía y la política son manejadas y dirigidas por unos cuantos y al servicio de unos cuantos. Aquí es la masa la que produce la riqueza en que se apoyan y se desenvuelven todos los fenómenos sociales, pero sólo unos pocos —los patronos o señores-- se ocupan de orientar esos fenómenos en provecho y bienestar de esos pocos. Así, pues, aparentemente, para la mayoría y a los ojos de ésta, se diría que la economía y la política carecen de prestancia social, desde el momento en que ellas no dependen más que del brujuleo y maniobras de una pequeña capilla de vedettes. ¿Quién se ocupa en Francia de estudiar, encauzar y perfeccionar con su concurso individual los métodos de transporte? ¿Un transeúnte. cualquiera, hombre o mujer? Evidentemente, no. Se ocupa de ello sólo el fabricante de motores, de ruedas o neumáticos, o el empresario de tranvías, o el fabricante de acero, o el concesionario de ferrocarriles. El simple transeúnte cree que eso no le concierne. (En efecto, no le concierne sino a la hora de pagar su billete de tren o el flete de sus bagajes, o a la hora de esperar inútilmente un tranvía problemático). ¿Y quién se ocupa en Inglaterra de mejorar y humanizar el régimen penal? ¿Un transeúnte cualquiera? No. Se ocupa de ello sólo el diputado, el ministro, el lord, el magistrado o el profesor de Cambridge o de Oxford. Esto no concierne al simple transeúnte sino a la hora de entrar en prisión por haber dicho más verdades al equívoco Príncipe de Gales, o por haber condenado públicamente la guerra de las patrias burguesas. Y por este camino, todos los transeúntes del mundo capitalista —que son masa— han llegado a la conclusión de que la economía y la política no pasan de ocupaciones de iniciados, remotas, borrosas, de las que la multitud puede prescindir, sin dificultad. En suma, los fenómenos políticos y económicos burgueses consienten y exigen la intervención popular sólo para hacerla sufrir sus consecuencias y para echar sobre los hombros de las masas el aparato de la producción, base de esos fenómenos, pero de ningún modo para encauzar y dirigir, a éstos. Los profesores y estetas burgueses defienden, consciente o inconscientemente, esta misma realidad.En Rusia, la política y la economía se hacen a la luz pública, al aire libre. Dependen de la gestión directa y efectiva de todos. Se han democratizado. Son los problemas de todos y que son resueltos por todos, puesto que sus soluciones y transformaciones redundan en daño o en provecho de todos. La gestión soviética de la cosa pública —por su ancha base electiva, su derecho de revocación y la unión en las manos de las masas de los poderes legislativo y ejecutivo— contiene la entraña democrática más directa y genuina que forma alguna de gobierno haya dis- frutado y practicado en la historia. Apenas las repúblicas griegas se le asemejan, aunque tan sólo por respectos formales y externos, mas no por su contenido de masas, realmente democrático y creador. De aquí que la economía y la política tengan en Rusia una prestancia visible y fulminante ante el pueblo.* * *Como en El acorazado Potemkin, Eisenstein realiza en La línea general una revolución de los medios, de la técnica y de los fines del cinema. La que trae Eisenstein es una estética del trabajo (no una ,estética económica, que es una noción disparatada y absurda). El trabajo se erige así en sustancia prime- ra, génesis y destino sentimental del arte. Los elementos temáticos, la escala de imágenes, el decoupape, la cesura de la composición, todo en la obra de Eisenstein parte de la emoción del trabajo y con- curre a ella. Todo en aquélla gira en torno al novísimo mito de la producción: la masa, la, clase social, la conciencia proletaria, la lucha de clases, la revolución, la injusticia, el hambre, la naturaleza con sus materias primas, la historia con su dialéctica materialista e implacable. ¿Qué vemos y sentimos en le fondo de estas formas del proceso social? El trabajo, el gran recreador del mundo, el esfuerzo de los esfuerzos, el acto de los actos. No es la masa lo más importante, sino el movimiento de la masa, el acto de la masa, como no es la materia la matriz de la vida, sino el movimiento de la materia (desde Heráclito a Marx). El Eisenstein, que va a llevar en estos días a la pantalla la teoría del materialismo histórico, se ha ceñido en La línea general y en El acorazado Potemkin al leit-motiv del trabajo, movilizado, para realizarlo, el aparato social entero: el Estado —reaccionario y revolucionario—, el ejército, el clero, la burocracia, la marina, la burguesía, la nobleza, el proletariado, la fábrica, el agro, la ciudad, el tractor, el aeroplano, la riqueza, la miseria. Porque estos diversos factores sociales no son más que creación del trabajo. Sin él, la sociedad humana es imposible. El trabajo es el padre de la vida, el centro del arte. Las demás formas de la actividad social no son más que expresiones específicas y diversificadas del acto primero de la producción económica: el trabajo.Este text-motiv central lo trata Eisenstein en varios tramos cinemáticos.El primer tramo cinernático en Eisenstein es el mecanismo social del trabajo, su modo de realización humana: cómo se hace y cómo debería hacerse el trabajo por los miembros de una colectividad. ¿El trabajo es cosa de un solo hombre, o de muchos, o de todos los hombres? Aspero y, a la vez, llano enunciado éste que Einsenstein plantea y resuelve dialécticamente en su cinema. El trabajo fue individual en la era presocial de los hombres, pero él empezó luego a ser social el día en que nació la colectividad humana. Es-más: es el día en que por primera vez se unieron dos hombres para trabajar, que nació el primer germen de la sociedad. El trabajo es el padre de la sociedad humana. El trabajo es en el hombre un fenómeno esencialmente colectivo, un acto de multitud. Todos deben trabajar. Pero ¿cuáles son, de hecho, las modalidades sociales de la actual producción económica? Eisenstein llega entonces al drama social del trabajo, originado por la maldad de unos cuantos hombres para quienes el esfuerzo de la producción debe ser desplegado únicamente por ciertas capas sociales, mientras que otras tienen una especie de derecho a no hacer nada, y para quienes, de otro lado, la riqueza creada por el trabajo debe seguir en su distribución un método inverso al de su producción: los que la producción toman apenas un 5 por 100 de ella, mientras que los que no la producen toman el 95 por 100. La lucha entre unos y otros es la lucha de clases en todas las zonas diarias de la convivencia: en el hogar, en la calle, en. el templo, en el campo, en el taller, en el navío, en el cuartel, en la oficina, en el banco. Es la explotación del hombre por el hombre. Las formas más violentas de este drama social del trabajo son la hambruna de los trabajadores, el lujo de los parásitos, la protesta de las masas, la masacre do éstas por sus explotadores, la insurrección y la toma del poder por los productores y la, reacción consiguiente de aquéllos.En fin, la socialización integral y justa del trabajo — en la producción de la riqueza y en su distribución — constituye el segundo aspecto cinemático en Eisenstein. Esta es la edificación socialista por el proletariado, la colectivización infinita de la vida por los trabajadores. El socialismo. Aquí llega Eisenstein a la glorificación del trabajo, no ya del trabajo-como mito asentado en el origen de la sociedad humana —punto de partida del desarrollo total del arte eisensteiniano—, sino como mito asentado en el futuro. Es ésta la fiesta de esperanza, de fe, de esfuerzo, de buena voluntad, de justicia práctica y de amor universal.Como se ve, los dos momentos cinemáticos en Eisenstein no son más que formas y modos de determinarse dialécticamente del leit-motiv que es -el trabajo, base de toda obra de arte, como lo es del aparato social de la historia. Este leit-motiv abraza y llena tácitamente —por omnipresencia— el desarrollo entero de la obra de Eisenstein.¡Las imágenes del trabajo! El artista ha estado casi siempre certero en la selección, composición y decoupage de las imágenes. Aquí, más aún que en la contexturación del leifamotiv, la creación cinemática es más nueva e inédita en la historia de la pantalla. Por primera vez en el cinema se sorprende, se compone y se decoupe con un asombroso efecto cine-dialéctico —para emplear un epíteto del propio Eisenstein—, las fuerzas e instrumentos elementales-de la producción económica, el aparato del Estado, los imponderables de la técnica industrial, las formas de la riqueza social, los avatares de la materia primera, el materialismo dialéctico de la historia, el movimiento y el reposo de la vida. Hay en El acorazado Potemkin y en La línea general prodigios en este punto. Por ejemplo: un friso de tractores, vistos desde un avión, enroscándose como una serpiente sobre el predio del kolskos; una sierra de carpintería cortando como un arco de violín un tronco de pino nórdico o pasando por la entraña de una viga con el vaivén isócrono de una lanzadera; la telaraña de acero en una sección de kombinat, en la que los grupos de obreros están situados y distribuidos como los ganglios de un gran simpático de pesadilla: un destile de turbinas de ocho en fondo, enfocado de frente y con altura, en las gigantescas instalaciones eléctricas de Nieper; un juego de bielas simultáneas, tomado a quemarropa en la baja maquinaria de un navío; la mano que ordeña y la máquina de ordeñar, saliendo; ésta de aquélla con el salto marxista de la historia; el toro en celo, en el momento de arrancar como una flecha sobre la hembra distante, que le espera a un escuadrón apuntando sobre la masa; los billetes de banco cayendo sucesivamente de las manos de los pobres en la mesa del kulak; el proceso de -transformación de la leche en queso, mantequilla y demás productos derivados; la marea de un trigal, levantada por la brisa (placa negativa), y dorada —todo el cromo del oro— por el sol y las nubes (placa positiva).Las fuerzas humanas del trabajo hallan aquí expresiones e imágenes insólitas. Es ésta una ganga psicológica desconocida para el subjetivismo capitalista del cinema. Estamos aquí ante una psicología nueva. La psiquis que nos revela Eisenstein no es una psiquis individualista e introspectiva, sino socialista, cordial y objetiva. Ella está en función de los trances colectivos de h vida. Verbigracia: la plástica de un grito de rebeldía en boca de un marino; la mueca de dolor de un obrero herido por la ametralladora del capitalismo: diez mil pares de manos militantes del proletariado aplaudiendo a un agitador; el hormigueo de la masa retrocediendo horrorizada ante los obuses de los patronos; la curva de un pecho revolucionario cobrando su mayor convexidad ante el pelotón que va a tirar sobre él; los hinchados y grasosos párpados del patrono que duerme a pierna suelta; una multitud en un mitin de protesta;una mosca negra y gorda pastando en el sudor de las adiposas mejillas de un nepman embrutecido e inmovilizado por una exuberante digestión; una procesión de íconos con decorado ad hoc; el gesto seco y óseo de un capitán de buque al dar la orden de fusilar a la hambrienta marinería; la risa luminosa y eufórica del mujik civilizado y liberado por los bolcheviques . . . ( ) .Una breve distinción a hacer entre El acorazado Potemkin y La línea general: la primera película contiene el momento criticista del proceso de la producción; la segunda contiene, sobre todo, el momento constructivo de este proceso. La primera es más psicológica; la segunda es más sociológica. Aquella es más dolorosa y episódica; ésta es mas indolora y permanente. Aquella expone los hechos de la historia cómo son; esta los expone edite como deberían ser. Ambas, por eso, se completan en la explicación cinemática del proceso social, como anverso y reverso de una misma medalla.- ¡ Qué lejos andamos aquí de Hollywood de «lo su dressing room de decadencia y pacotilla! .



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